POESÍA HECHA OBRA
Por Alejandro Jiménez
Rostros inocentes, miradas con ilusión y cuerpos inquietos, propios de niños no mayores a los 9 años , esperaron con ansias el show junto a sus padres, anunciado en la cartelera de la Feria Internacional del Libro ( FIL): "Clown". El tiempo pasa mientras los ánimos porque lleguen las 7:00 de la noche se intensifican. La fila avanzó. Los infantes iban hasta el frente, pues el espectáculo era para ellos. No había tanto público, pero el show tenía que continuar.

"-¡Tercera llamada!", anunció una voz por las bocinas y dos figuras de overoles grises y camisas amarillas aparecieron. Maquillados, con rostros blancos y chapetes rosas; labios bermellón y delineado en los ojos. Se acomodaron un objeto punzocortante entre sus dedos, son tijeras de punta redonda, y un peine de tamaño jumbo; interactuaron con el público. La cuarta pared no existe para ellos.
El show inspirado en un poema de Jaime Sabines titulado "La luna", es traído por la compañía teatral y clown Strongylus, creada en 2005, en Chihuahua, por el artista Javier López. A él se unió José Sandoval quien tiene una trayectoria teatral de más de 25 años, y mencionó nunca haber dejado el camino teatral desde la preparatoria. Para ambos esto es más que un trabajo, es su vida y aman lo que hacen, afirmaron.
El espectáculo no es propiamente para niños como lo menciona Javier López: "Lo hemos presentado en bares, en kínders, con alumnos de secundaria en kioscos, y depende las personas es como lo vamos haciendo, le subimos de tomo a las bromas o lo hacemos mas inocente, es algo que funciona para todo público".
Risas y asombro por lo ocurrido se escucharon en aquel auditorio de FIL niños ante las pantomimas hilarantes y espontáneas que ahí ocurrían. Los niños en más de una ocasión se apoderaron del show, con jugarretas, arrojaron cosas, intentaron llamar la atención de los actores y ellos en más de una ocasión se dejaron llevar por la imaginación y explosiva ocurrencia de quien la única preocupación es ver su caricatura favorita.
Ambos personajes subieron al escenario y comenzaron a jugar con la imaginación de los que ahí observaban. Señalaron al cielo e hicieron mención de la luna, y todo se tornó en eso, en un intento por bajarla y tenerla bajo su poder. Brincaron, se estiraron, y lanzaron cuerdas imaginarias para lograr llegar hasta el gran astro, se tropezaron, cayeron y lo volvieron a intentar, su meta es la luna y no pararan hasta conseguirla.
Para ellos la luna es algo precioso, algo mágico que llena el corazón de quien lo observa. En la luna está el alma de los enamorados y dolidos, en ella está la esperanza de los que han perdido algo y buscan en el cielo una respuesta. Ahí, tan lejos de nosotros, se encentraron la belleza inalcanzable pues siempre estará en los poemas de los que tiene el corazón dispuesto a querer sin temor a perder.
El show continuó mientras los niños, impacientes como ellos solos, les hacen equipo y se vuelven uno con la obra, que se convirtió en un juego. Pero no es del todo cierto, pues aunque parece un caos por la impávida imaginación de los menores, todo es parte del momento. Los hombres bajan y en más de una ocasión su show se convierte en gritos y risas.
Lograron bajar la luna y se sintieron dichosos, pero un paso en falso hizo caer al que tenía la gran esfera en sus manos y con gran pesar vieron como esta se hacía pedazos en el piso pero no se desaniman, pues la luna todo lo puede y buscaron armarla juntar los trozos y verla brilla runa vez más, para llenar los corazones de los desamparados.
Intentaron recuperarla con lágrimas y sueños: poco a poco la construyeron con un poco de todo: la imaginación de los niños, su inocencia, su alegría la que nunca debimos perder; el asombro y las risas sacadas desde lo más profundo del alma. Lograron armar la luna con trozos de cinta que los niños fueron guardando durante todo el show, hicieron aparecer un objeto que lo llaman "el orbitador" y tras un "¡oooooh!", a petición de los propios actores, apareció la luna en el aparato y después de varios intentos lograron ponerla en órbita.
Los intérpretes se despidieron, pero aquí no acabó todo, dieron las gracias e invitaron a los demás a acercarse a la lectura. Luego preguntaron si alguien conocía a Jaime Sabines. Con entusiasmo de la parte trasera se escucha un "-¡Claro que sí!". Ambos se sorprendieron por el ímpetu y a la señorita de piel morena le preguntaron que si se sabe alguno y la invitaron a recitarlo: ella accede.
Subió al escenario y comenzó a recitar el Algo sobre la muerte del mayor Sabines, sin titubear y de memoria: - "Déjame reposar, aflojar los músculos del corazón y poner a dormitar el alma para poder hablar, para poder recordar estos días, los más largos del tiempo".
Inamovibles se quedaron los espectadores y lograron sentir lo que ella al recitarlo. Con voz quebrada y ojos que desde lejos se le veían vidriosos, dejó escapar un poco de ella y de su alma. Con aplausos y quijadas hasta el piso los actores se despidieron, e hicieron una reverencia. Las luces se apagaron poco a poco.