ARTE

¿Cómo platicar con una película muda?: Pnemus y su Cinito Ambulante

Por Kronos Alexis Hernández Méndez

Una gota cae en el sombrero del narrador sin nombre. Él se asombra y levanta la mirada en busca de un orificio en el tejado pero el agua sigue cayendo cada vez más rápido. Sale otra gotera y empapa el sombrero del baterista de la banda que acompaña al hombrecillo en la misma casa o en la misma habitación o en el mismo universo compactado en un escenario. Hacen lo que pueden pero es inútil. Caen en un arrebato de desesperación, tienen boca pero no pueden gritar.

La audiencia del otro lado de la pared solo los mira confundidos, riéndose de cualquier metida de pata ocasional. En el otro extremo, un mar de cabezas volteando al cielo en busca de la gotera. ¿Qué deberían hacer? ¿Ayudar? Antes de siquiera reaccionar para hacer un movimiento, la cara de una señora del público está siendo proyectada en una pantalla a blanco y negro, se da cuenta y cubre su rostro. El narrador deja caer sus carteles y  entra en un sueño profundo.

"¡No te duermas!" grita una niña en el fondo. Los pesados ronquidos del hombrecillo en una batalla contra la pequeña quien grita más fuertes otras dos veces. La lluvia afuera no ha cesado pero eso no detiene a un grupo de extraños arreglados con sombreros de copa y esmoquin. Armados con nada más que una sombrilla, se acercan a otros transeúntes y los invitan a bailar y saltar entre los charcos.

El saxofón toca una nota que desata un ritmo endiablado, más burlesco y juguetón. El dormilón se transforma y quedamos a la merced de un duende de gran nariz con habilidades sobrehumanas para bailar y enamorar. Trata de encontrar a la pareja perfecta para un vals de medianoche pero las circunstancias dan un paso hacía el desastre y termina con la fiel compañía de su verdadera amada de vestido plateado, sombrero y delgada como su sombrilla. El silbido de la locomotora frena está historia y a su paso la fantasía de nuestro narrador quien despierta todavía con un hilo de saliva corriendo de su boca.

Arrancan a todo vapor. La flauta hecha humo, la batería gira los engranajes, el contrabajo anima a las ruedas que no se detienen y el saxofón provoca que los rieles se doblen, se retuerzan y dibujen con cada improvisación un nuevo riel para el expreso. Los pasajeros asoman la cabeza por la ventana y lo advierten, están a punto de estrellarse con el enorme árbol de navidad de la plaza de Ocotlán, Jalisco; la música los llevo a un destino inesperado. Piden auxilio a la audiencia tras la cuarta pared pero no comprenden las señales y los significados se bifurcan en varios absurdos. 

¡CRASH! El tren ha quedado sumergido en las profundidades del océano. Una máquina de burbujas, peces de aluminio y medusas de hielo seco nadan junto a nuestro narrador en los arrecifes donde los espectadores descansan cual serpientes marinas. Somos testigos de una pelea a muerte con el Kraken, una batalla que sucede tanto dentro como fuera del agua, tragando peces, niños, madres, padres. Todo culmina en una marcha fúnebre para el cefalópodo enemigo.

Pausa.

Aquel alegre hombrecillo saca de su maletín un casco y una mascarilla. Los demás miembros de la banda lo hacen también siguiendo un compás similar al del martilleo de los metales en una fábrica. El ambiente se inunda de un hedor a carbón y gasolina. Un ejército de melancólicos obreros marcha en el fondo sin descansar . Sin embargo, del otro lado, un anciano se distingue del resto. Con camisa amarilla y sombrero de paja, menea la cabeza de arriba abajo junto al pedal de la batería. Accidentalmente cruzó la barrera a otro universo.

El narrador levanta con honor la gran invención humana: la rueda, para después deformarla con fuerza bruta. Arroja lejos el pedazo de fierro pero nuestro rebelde interceptor la devuelve a la pequeña fábrica en el escenario. La música alcanza su punto máximo y el narrador fallece intoxicado. El anciano acaricia su rizado cabello, no entiende lo que sucede. Las luces se apagan y el ruido se detiene. Los radios del personal de seguridad se aproximan y dos oficiales se llevan al intruso no sin antes recibir un abrazo y las más sinceras gracias del narrador que tiene boca pero no puede abandonar su voto de silencio.

La policía se aleja, la banda se prepara. Cambian el cartel y el espectáculo continúa. 

CreArte, entre libros dibujos y pinturas

Por Araceli Tello

Durante el evento CreArte se llevó a cabo el intercambio de libros; lo denominaron "Libros vagabundos". Iniciaron con 19 libros llegando a 37  intercambiados, esto a partir de las 2:00 p.m. y terminó a las 7:00 p.m
Dentro de CreArte, hubo una exposición de dibujos y pinturas, las cuales fueron creadas por jóvenes universitarios y  estudiantes del Eremso, ya que se abrió una convocatoria de participación para este evento. 

Para concluir fueron sorteados tres libros.

Alejandro Jiménez

Sombras se perciben a las afueras del auditorio, expectativa ante lo que esta por ocurrir se hace notar, personas maquilladas de blanco y túnicas negras asoman sus espectrales atuendo, comienza el relato; una historia contada por los alumnos del taller de teatro de la Universidad de la Ciénega, desde la perspectiva de la muerte.

Con fuerza y sin titubeos, la muerte comienza a mostrar su desdén, su enojo ante las aberrantes creencias de los humanos, de que es ella, un instrumento para nosotros: las personas... Pues sus gestos y expresiones, su forma de contar, no disfrazan nada. ¡Está molesta, y sabe quién es el culpable!

Entre burlas y gritos continúa la fábula relatada por "la huesuda", quien ha de dejar a los oyentes del lugar pensando, pues aun cuando es falso, deja entrever lo que muchos podrían llegar a pensar... te hace cuestionar, ¿la muerte, de qué lado está?

                                                                       Relato resumen de la obra presentada por el taller de                                                                                          teatro del Centro Universitario de la Ciénega.

Promoción del arte y la cultura en el Centro Universitario de la Ciénega

Por Luis Ruano

Estudiantes de la carrera de periodismo organizaron el festival CreArte como parte de un proyecto de difusión del arte y de la cultura a través de diversas actividades a lo largo del día dentro de las instalaciones del Centro Universitario de la Ciénega de entre las cuales incluían exposiciones de fotos, dibujos, bailables, teatro y canto.

CreArte surgió como la evaluación final de la materia apreciación del arte que imparte Erika Georgina González Moreno, maestra en la carrea de periodismo, quien menciona que todo se debe a los jóvenes y a las propuestas para realizar el proyecto: "no fue algo proyectado como para que se hiciera un festival, sino que el proyecto surgió de la idea de los estudiantes, los estudiantes son los que deciden cada semestre qué realizar".

Esta es la tercera vez que se realiza un proyecto de este estilo dentro de la materia y la maestra Erika González menciona que el objetivo es que los jóvenes participen en las actividades "Que los estudiantes se involucren más en las diferentes manifestaciones artísticas, como promotores y difusores del arte", resaltó.

El festival comenzó con la exposición de dibujos y fotografías del grupo Ixmati; el intercambio de libros, "Libros vagabundos" donde se invitó a que los estudiantes llevaran un libro para tomar otro y obtener nuevos títulos de forma gratuita y así promover la lectura y a su vez en la cooperativa de la universidad se organizaron juegos de lotería literaria donde se usaron nombres de libros en vez de los personajes originales del juego.

Una de las presentaciones que se tenía programada canceló al último momento por lo que los organizadores improvisaron e invitaron a los asistentes a participar, de esta manera se comenzó con cantos con karaoke del mismo público junto con el grupo Café y madera que interpretó canciones.

"Por más que planees cualquier cosa no sucede, lo improvisto a veces es lo mejor y es lo que sucedió en este caso", así lo dijo Esmeralda López Pérez Gil, estudiante de periodismo de segundo semestre quien participó en la organización del festival.

Después se dio inicio a la obra de teatro por parte del taller de teatro de CUCiénega con su obra titulada: "Monólogos de la muerte", para después pasar al cierre con la danza Tahitiana por parte de de integrantes del grupo Moorea.

"Siempre me deja satisfecha que los jóvenes se involucren y que no solamente aprendan de una materia sino que adquieran otro tipo de experiencias como organizar un evento y resolver situaciones que se van presentando", comentó la maestra Erika González al finalizar el festival.

Una flor para el recuerdo

                                                                                                                Alejandro Jímenez

¡Pásele mija qué le vamos a dar!, ¡guasanas, lleve sus guasanas!, ¡paapaas paapaaas!..

Estos, son los cánticos que al unísono anuncian la gran verbena que llega, con familiares ansiosos por reunirse una vez más con sus seres amados al menos, por una noche. Desde risas y bromas a la misma muerte de los propios ancianos que reflejan la serenidad y desdén por esperar a la que llaman "la huesuda" manifiestan la tradición de un pueblo con el título de ciudad, un pueblo que se niega a no dejar morir sus tradiciones.

Desde muy temprano ya suenan los repiqueteos de los tubos de metal que se apilan para colocar los puestos. Dejando entre ver un poco de lo que el amor al arte y las festividades puede hacer pues vender resulta una odisea digna del propio Hércules.

María Teresa de la Cruz Zúñiga, relata cómo es el trayecto el cual no es nada fácil ya que solo le faltaba mencionar, la batalla con algún gigante o dragón para salvar a la princesa lo cual no hubiera sido tan sorprendente como el escuchar cómo se prepara.

Cerca de seis meses atrás, esta vendedora con la ilusión de que los muertos reciban su decoración, comienza a hacer las coronas sin más ayuda que la de sus propias manos, se levanta desde temprano solo para poner el puesto, 4 o 5 de la mañana. El 31 también, desde muy temprano se va para Guadalajara el cual espera llegar al mercado de las flores llega a tomar de entre tres y cuatro transportes sólo para ofrecer un poco de alegría a los no vivos.

Un oficio que se hace con el corazón y sin ningún afán de volverse millonario se mantiene a la espera año con año para no dejar olvidar, pues con una flor dejan ver esa pequeña brecha que existe entre los vivos y muertos, con una corona los mantienen cerca y los vendedores como María teresa se regocijan y llenan de gozo pues al término de su senectud se espera recibir ese cariño y esmero cuando ya no esté.

María Cruz Cervantes Ochoa otra fiel vendedora que desde julio comenzó la producción de sus coronas, menciona que no es algo redituable para su economía; lo hace porque disfruta de las festividades, son sus ratos libres y su amor por recordar a los difuntos la que la motiva a seguir vendiendo, ya que el camino que ella realiza es largo, porque un tipo de flores las trae de Guadalajara y otras desde Guanajuato.

Pero con ese amor y cariño que sus amados en vida les mostraron, los vendedores seguirán esperando las fiestas anualmente para recordarles que aún están en los corazones y son parte de los vivos. Que no solo es un día al año para ellos comienza desde que laboran los sus adornos.

En la calle Madero, el primero de noviembre el aire se impregna con olor a flores y no solo de cempasúchil, ahí encontrará flores rojas, amarillas rosas de colores vivos y brillantes, hasta flores de plástico si es que gustas que duren hasta el próximo año. El cariño por el trabajo y respeto por las tradiciones se siente en el aire, no solo por las familias que ahí congregan, sino por sus trabajadores que con décadas de asistencia no pretender dejar de ir.


Crónica del "No me olvides": Ocotlán entre la vida y la muerte

Daniela Herrera

En este primero de noviembre, cempasúchiles, sombrillas y carpas de colores, fungían de fiesta ancestral las periferias del Panteón Municipal de Ocotlán Jalisco. Fiesta, que no es solemne si no se celebra con ellos, los muertos. Cada año el poblado concentra sus ánimas en el cementerio, donde han de presenciar el espectáculo ofrecido por artistas de la Casa de la cultura, los pasillos mercantiles y altares, además de convivir con sus amados de ultratumba.

Entre la sublimidad del mercado típico mexicano, los pasillos se llenan de concurrentes en vista de flores y coronas para los que ya se fueron, o placeres culinarios, juguetes y diversiones para los que aún están. Sin embargo, la vista ofrece más que un río de empresas informales, porque también hay color en el suelo, hay aserrín sobre la calle Madero, de ese aserrín mágico que da vida cuando muestra la muerte, cortesía de cinco escuelas que no olvidan incluir el crédito en su ornamento.

Sobre los extremos del mercado, están presentes los soldaditos azules que han de velar 24 horas bajo la tutela de Gerardo Elías Ruíz, jefe de la policía vial del municipio, el cual dijo ser responsable del plan de rutas alternas, así como la misma para el desfile que hace un recorrido desde la plaza principal, entre Zaragoza y Madero, seguido por el paso directo por esta última calle hasta llegar al sepulcro.

Según un funcionario de Protección Civil Ocotlán con el nombre de Agustín Corona Macías, hay un estimado de 25 mil personas, pero, aquí podría haber un problema, porque el voluntariado de las dependencias del Gobierno de Ocotlán, solo tiene café gratis con un presupuesto de 25 mil pesos para 14 mil almas, sin contar las de los muertos, cifras explicadas por Miguel Ángel Ramos limón, coordinador general del ayuntamiento, quien muy ad hoc sirve café a los asistentes.

Dentro del panteón yacen las sillas alrededor de un escenario ubicado en el patio de entrada, yacen los altares, y yacen los folletos del estand de la funeraria que ayudará a resolver el problema del café, pues también regala, y quiso dejarlo claro en un cartel naranja puesto sobre el cancel que abría la infraestructura. También, en la entrada a las tumbas, sobre un arco de bienvenida se lee la leyenda "Yo soy la resurrección y la vida".

Entre las criptas, se ven adornos con papel picado; comida, veladoras y luces que iluminan la muerte de quienes salen del limbo para sentir el cariño de quien le vela. Se escucha música, cantos, rezos y las hojas de otoño pisadas por quienes concurren la zona.

En testimonio de quien piensa hacer que su visita dure hasta la madrugada, Nora Imelda Trujillo, quien acompaña el alma de su primo y a la viva imagen del padre de éste, comenta que es una forma de recuperar el tiempo en el que no coincidieron, pues han de festejarle a su ser querido el día de los niños muertos, el día de los adultos muertos y el día en el que cumpliera más años de vida.

Nora también cuenta que en el poco tiempo en el que ha cumplido con la tradición, el ambiente refiere al mariachi y a las bandas, a la noche en la que nadie duerme, signo que no es obstáculo para quienes roban, pero asegura, no son aquellos que velan a sus amados, sino personas con mañas que van con el afán especifico de robar ornamentos para revender.

Por otra parte, sobre una tumba que da capacidad a más de un difunto y no solo entre familiares, está German Solís con una bocina que rebasa el metro de altura y produce luces y sonido norteño que alcanza el pasillo principal del cementerio. Para él la tradición es un signo de alegría, porque dice, así como se llega alegre a la vida, se debe ir de ella igual.

Con el cielo a oscuras y mayor densidad de ocotlenses en el sitio, se aprecia en el centro del patio inicial, al presidente municipal, Paulo Gabriel Hernández Zague, para hacer un directo en Facebook, en el cual se dirige a una cámara mientras esta retrocede a la par de hacer énfasis en el programa Ponte Vivo, el cual consiste en las recomendaciones de Protección civil para evitar inconvenientes como la caída a tumbas, la pérdida de niños y la deshidratación.

El día no se acaba hasta las siete de la noche del dos de noviembre. A la salida del camposanto, las ánimas han de esperar 365 días nuevamente para reavivar su fiesta. Fiesta solemne entre vivos y muertos en un poblado de la Región Ciénega, con el significado nahualt, "donde hay pinos". Y lo dice sobre la pared, en el alto del arco de despedida del Panteón Municipal de Ocotlán: No me olvides.


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